Por: Sara Lovera
MÉXICO, DF, 14 de agosto (apro).- Nada más terrible para la generación del 68, de París a México, que la aparición del síndrome de inmunodeficiencia adquirida (VIH/sida). Su aparición nos cuestionó profundamente y nos hizo valorar nuestra fragilidad humana. Habíamos impreso a nuestra existencia el slogan “haz el amor y no la guerra”, con la convicción de que nunca más queríamos otro Vietnam y soñamos con derribar los prejuicios y ataduras heredadas de una visión reducida, sitiada por el prejuicio y el control de nuestros cuerpos y nuestras vidas, como decía Margaret Reed. La aparición de la pandemia, como surgieron en la época de los reyes católicos la sífilis y la gonorrea, no hubiera sido jamás tan devastadora si los cambios con que soñó mi generación hubieran operado más rápido.Ahora si no hacemos algo radical y profundo, según las cifras oficiales de Onusida, en el 2031 habrá 88 millones de personas con VIH en el mundo. En los próximos 15 años podríamos pasar de 40 millones, estimando el subregistro, a 60 millones. La situación obliga a atender eso que nos está matando. Y obliga a replantearnos una revolución social, que cambie el cómo nos relacionamos, que admita que es necesario revalorar a las mujeres. Según la misma fuente el número de mujeres infectadas alcanzó a los 15.4 millones de personas, 48% de los que padecen la seropositividad. O sea la pandemia “se feminiza”. Y otra vez, como en cada conferencia mundial, de población, de la mujer, de derechos humanos, de pobreza, de sida, la misma cantaleta: urge reconocimiento de humanas a las mujeres; respeto a la diversidad; aplicación de leyes y acuerdos firmados para detener abusos, discriminaciones, miserias humanas y violencia contra lo que no está de acuerdo con nuestra mísera y constreñida idea de la vida.Y otra vez promesas, disposición declarativa de recursos, que no aparecen. En México, apenas 25% de las personas tiene cobertura universal.Pero lo más importante es que las discusiones que se hicieron en México dejaron en claro que un asunto primordial es la prevención hecha con el catecismo de mi generación: con libertad y con educación, con conocimiento integral sobre nuestras vidas y nuestros cuerpos, con visión de paz y generosidad.Pero no. Todo se hace riña política. Marcelo Ebrard, jefe de gobierno de la capital de la República, tuvo el tino de dar a conocer un libro sobre sexualidad llamado Tu futuro en libertad, para tercero de secundaria y primero de bachillerato. Escrito por diez especialistas, entre ellos Javier Cabral, el mero director de Prevención y Participación Social de la Secretaría de Salud, autor y promotor de la educación sexual desde hace más de dos décadas, que opina que es complementario y debe distribuirse. Carbal me dijo que el libro es científico, que es complementario, que va a servir si se distribuye, pero no, los amigos o enemigos de Felipe Calderón lo condenaron de inmediato, hablan de frenarlo, en fin, abrieron la guerra.La Secretaría de Educación Pública (SEP) declaró, anticipadamente, que el libro del Gobierno del Distrito Federal (GDF) no puede ser distribuido porque lo tiene que analizar un Consejo Técnico. Ese consejo, según me dijo Cabral, lo avalará. No obstante, al mismo tiempo empezó a circular otro libro, éste con todo el peso del poder y apoyo de la SEP, según declararon las integrantes de grupos civiles como Dimesex y Católicas por el Derecho a Decidir. Este es un libro editado por un membrete llamado Red Familia, que según José Aguilar Gil, presidente de Democracia y Sexualidad, promueve la abstinencia y pone en duda lo que todos los expertos del mundo y sus alrededores reconocen con frustración: sin vacuna a la vista y pronto, la única forma para evitar la infección es usar condón, femenino o masculino, y una real educación sexual.Educar en libertad, en efecto. Además se necesita reconocer el derecho al placer y a la salud sexual. El libro de la Red Familia, que ese sí se está distribuyendo por los órganos oficiales, se llama Salud y sexualidad humana, para primero de secundaria.Hay discusión sobre los contenidos del libro conservador. Pero habría que hacer una discusión sobre la potestad gubernamental de decidir si promovemos la vida o promovemos la muerte, porque contra la realidad no hay mucho que hacer, las personas en México inician sus relaciones sexuales entre los 13 y 16 años.Claro, el autoritarismo y el dogmatismo se caracterizan por no razonar. Se montan en la atalaya y dicen que ellos tienen la verdad. Esa actitud que destruye amistades, familias, grupos sociales, equipos de trabajo y acaba por destruir comunidades y sociedades. El dogmatismo, amigo entrañable del poder conciente o inconsciente, de yo tengo la verdad, ha impedido disminuir el mal, como se vio en esta jornada de millones de palabras sobre sida: los pobres, las mujeres, los y las adolescentes son las víctimas.Informar sin educar no es suficiente; informar por encima sin razonar y construir nuevas capacidades para la vida, no sirve; fortalecer a las mujeres con herramientas profundas y no con palabras, es imperativo.Desterrar la demagogia y la palabrería, evitar a intelectuales que sólo eso usan, por ejemplo, hablando de violencia y siendo profundamente violentos en su vida diaria, en su espacio de trabajo, mucho más violentos que un grito, porque el silencio suele ser destructor y responsable de no enfrentar un problema hasta que revienta, y no de la mejor forma. Ese silencio que se quiere imponer para hablar de sexualidad, puede acabar por destruirnos.
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