LA HABANA (Reuters) - Cuba celebrará el jueves 50 años de la revolución que llevó a Fidel Castro al poder, ondeando la bandera del socialismo y más cerca que nunca de hacer las paces con su enemigo Estados Unidos.
No hay indicios de que Castro, apartado del poder y de la vista del público desde que enfermó hace casi dos años y medio, vaya a participar en un mitin para festejar el aniversario en Santiago de Cuba, la primera ciudad tomada por los rebeldes hace medio siglo.
Será su hermano Raúl, que le reemplazó en la presidencia en febrero pasado, quien hable desde el balcón del Ayuntamiento de Santiago donde Fidel Castro cantó victoria el 1 de enero de 1959 tras la huída del dictador Fulgencio Batista.
La Cuba construida por Castro durante su casi cinco décadas en el poder desata pasiones encontradas: unos la ven como ejemplo de una sociedad más justa y otros como un sistema autoritario.
El 50 aniversario de la revolución llega semanas antes de Barack Obama, el primer presidente de Estados Unidos dispuesto a mantener conversaciones con las autoridades comunistas de la isla, asuma su cargo.
La perspectiva de una normalización de las relaciones con Estados Unidos es acariciada como posible salvavidas para una economía crónicamente dependiente de importaciones y corta de efectivo debido a la crisis financiera global, la caída de los precios de sus exportaciones de níquel y los multimillonarios destrozos causados este año por los huracanes.
Cuba, que tras la revolución rompió con toda América Latina a excepción de México, tiene hoy relaciones fluidas con todos sus vecinos menos El Salvador. La isla tiene además el apoyo de gobiernos de izquierdas de diverso calibre, desde Hugo Chávez en Venezuela hasta Luiz Inácio Lula da Silva en Brasil.
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Sus partidarios recuerdan que tras hacerse con el poder, Fidel Castro erradicó el analfabetismo, masificó la educación, elevó los indicadores sociales a niveles escandinavos y hasta mandó al primer cosmonauta negro al espacio.
Los críticos apuntan que el enfrentamiento a menudo violento con Estados Unidos y la lógica bipolar de la Guerra Fría llevó a Cuba a recortar libertades e interpretar la disidencia como una debilidad ante el enemigo.
Los hijos de la revolución luchan con llegar a fin de mes pese a sus títulos universitarios, y muchos de sus nietos dicen sentirse agotados tras dos décadas de crisis económica.
Al asumir la presidencia en febrero, Raúl Castro prometió mejorar la calidad de vida de los cubanos, muchos de los cuales dicen que medio siglo de socialismo no ha solucionado algunos de sus problemas básicos.
Algunos cubanos se ilusionaron a comienzos de este año con las tímidas reformas emprendidas por el nuevo presidente, como permitir la venta de móviles y ordenadores o la entrada a los hoteles.
Pero los cambios se frenaron de golpe y el mandatario explicó este fin de semana que los ha aplazado por las dificultades económicas.
Aunque el Comandante ha colgado el uniforme, sus septuagenarios guerrilleros de la Sierra Maestra siguen gobernando bajo las órdenes de su hermano Raúl, de 77 años.
En una de las últimas columnas de opinión, el Comandante dio luz verde a futuros contactos con la Administración Obama.
Obama no respondió. Y, aunque dijo que permitiría los viajes y envíos de remesas de cubanos americanos, aclaró que no levantaría el embargo económico casi tan viejo como la revolución y al que Cuba responsabiliza de muchos de sus problemas.
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