Compañeros y compañeras de Nuestra América:
Aquí, la canción testimonial "NI OLVIDO NI PERDÓN" http://www.youtube.com/watch?v=2KLHPmsMO38 de quienes votamos SÍ, para impedir que la impunidad continúe siendo un estigma moral y social en la patria uruguaya; para que el abominable crimen del secuestro, la tortura y la muerte de hombres, mujeres y niños no prescriba nunca. Será imposible taparnos la boca.
Las imágenes http://www.youtube.com/watch?v=oM1041qZO8c&feature=related son argumento irrebatible para que jamás se restablezcan en Nuestra América, sistemas de persecución y exterminio -mediante aborrecibles acuerdos y alianzas- como la "Operación Cóndor". Para que nuestro connatural anhelo de justicia social, igualdad, solidaridad y fraternidad -y la lucha cotidiana por que se concrete- no sea tratado como delito, ni penalizado, ni perseguido, ni asesinado. Para que los verdugos de sus propios pueblos, y exterminadores de nuestras étnias primigenias, tales como Micheletti, García Pérez, Uribe, Bachelet y Calderón no sigan creyendo erróneamente que el homicidio consuetudinario puede formar parte normal, e inimputable, de sus políticas de estado.
Si en Nuestra América permitimos que se mantenga y extienda el precedente nefasto de autenticar leyes que encubran a los autores intelectuales y materiales de crímenes de lesa humanidad, estaremos jurídicamente indefensos y podremos ser víctimas -ya totalmente desprotegidas- de las masacres que disponga algún alienado que consiguió, por medios lícitos o no, hacerse del poder. ¿Qué freno podría existir si aquel ordena -directamente, o por interpósito ministro- "eliminar" a quienes se le opongan"?, ¿Qué contención legal, que no moral, pudiera imponerse al sadismo a mansalva de los ejecutores?
La lucha continúa. Ha de continuar, con mucha fuerza, con mucha conciencia, con absoluta decisión, en el Caribe, en Centro América, y desde el sur del Río Grande hasta la Patagonia. Nadie, absolutamente nadie, en la sociedad de Nuestra América debe de esperar ser víctima directa para elevar su grito, para exigir justicia, para sentir en su propio corazón el corazón del torturado.
Tan sólo basta que imaginemos, o recordemos, la última mirada de aquel o aquella, arrancados con violencia de su hogar y no vueltos a ver; sentir -tal vez por un sólo segundo insoportable- el sufrir de las madres, la orfandad sin razón de tántos huérfanos; el ánimo, lacerado por siempre, de las esposas; de los maridos, de los hermanos, de los compañeros que aún quedamos...
Mientras no se les haga justicia, hasta sus anónimas fosas han de seguir llegando la aflicción y la ira inacabable de todos nosotros, sus deudos, aquellos que desde algún lugar de esta enorme y violentada patria americana somos células vívas de cada ser humano que la habita.
Igor Calvo.
NO PODRAN SILENCIAR JAMÁS EL GRITO DE NUESTRA AMÉRICA
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