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miércoles, noviembre 11, 2009

Gómez Mont: "¡No me grites!" 11/11/09 - 00:27

Por: Francisco Rodríguez

HAY MUCHO NERVIOSISMO en Los Pinos. Casi casi el que es característico al de los finales de sexenio. Lo peor es que historias sobre la ya casi proverbial “mecha corta” de su ocupante, trascienden a todos los ámbitos.

Que Felipe Calderón se enciende rápido. Que le disgusta que le contradigan. Que grita y se enoja ante lo que ni siquiera es provocación. Que sus más próximos le rehúyen. Versiones. Pero también existen confirmaciones. La que profusamente circula por doquier, cual ejemplo, tomada de la revista Proceso (edición 1720), en la que el extinto Carlos Castillo Peraza hace un diagnóstico aparentemente certero de la personalidad política de quien fuese su protegé… y quien terminaría obligando al yucateco a renunciar a su militancia al PAN. Esto después de una reunión con varios de quienes colaboraban con Calderón, quien a la sazón era presidente nacional del CEN panista: Antonio Lozano Gracia, Adrián Fernández, Jordi Herrera, Jorge Manzanera, los hermanos Raúl y Luis Correa Mena, Gerardo Ruiz Mateos y el propio hermano de su esposa Margarita, Juan Ignacio Zavala Gómez del Campo: “Las quejas generalizadas son que, al parecer, nadie puede darte gusto –escribió Castillo Peraza al michoacano--, que das órdenes y las cambias, que pides trabajos intempestivamente --lo que frena las tareas en curso--, que invades las competencias de todos y cada uno de ellos, que los maltratas verbalmente en público y que mudas constantemente de opinión, tardas en tomar decisiones, das marcha atrás, no escuchas puntos de vista de tus colaboradores y haces más caso a ‘asesores de fuera’ que a los miembros del equipo que quisiste fuese el tuyo. “Se refirieron a contrataciones hechas por ti sin siquiera avisar al responsable del área afectada, y de ‘saltos’ de autoridad de tu parte y de parte de Cocoa (su hermana Luisa María Calderón), que producen desorden, inseguridad y disgustos en tu estructura staff. Salvo Toño Lozano, todos los ahí presentes expresaron sobre él poco más o menos sentimientos análogos y, lo que es peor, algunos manifestaron que ya esta situación se les volvía personalmente ‘insoportable’ y opinaron que era perjudicial para el CEN y dañina para el partido. “Llamó mi atención que nadie pudiera dar opinión decidida y clara, y que todos manifestaran en su turno de dar a conocer sus planes y proyectos ‘a ver qué dice Felipe’, con inseguridad y con un sentimiento de que tú no confías en ellos. Esto ha trascendido y se comenta en círculos externos, tanto políticos como sociales…” La misiva es larga. Y de reclamo. Evidencia con claridad, de parte de quien llegó a conocer muy estrechamente a Calderón, cómo es que el ahora ocupante de Los Pinos acciona y reacciona ante el trabajo en grupo o en equipo. Viene todo esto a colación, porque por todos los desayunaderos –bueno, sólo en aquellos a los que acuden quienes manejan verdadera información--, corre la versión de que apenas el jueves anterior, en una reunión de staff, el señor Calderón estuvo especialmente irritado. Y que al tenor de su enojo, lanzó un improperio destinado al ocupante del palacete de los Covián, Fernando Gómez Mont, quien cobra como secretario de Gobernación desde hace casi justo un año. -- A mi no me grites –dicen que replicó el abogado criminalista, curtido en lides carcelarias--, porque te aviento la renuncia… Huelga decir que un denso silencio se apoderó de la reunión. Nerviosismo. Mucho nerviosismo emana de Los Pinos. Casi casi como el que ahí priva los finales de sexenio. Índice Flamígero: Cada vez son más evidentes las agendas separadas del señor Calderón y de su señora esposa Margarita Zavala. Cada uno por su lado. Apenas este lunes, ella hizo acto de presencia en Veracruz, para un evento de seguridad pública. Él, en Monterrey. El martes, ella en otro de carácter deportivo. Él, en su oficina. ¿Síndrome “Eva Perón” o el fallido “Martha Sahagún”? ¿Sólo producto del nerviosismo que envuelve a Los Pinos?

El fascismo y la razón instrumental
Por: José Steinsleger
El imaginario vulgar asocia los términos fascista” y “nazi” a la violencia, y a lo que fueron en Italia y Alemania: masas exultantes frente a líderes que golpeaban marcialmente los talones haciendo el saludo romano, antorchas iluminando cruces gamadas, monumentalismo arquitectónico y escultórico, los campos de exterminio en Europa Central, y la “guerra relámpago” (blitzkrieg), táctica de combate inventada por el oficial inglés Lidell Hart en la Primera Guerra Mundial.

El fascismo y su exégesis, el nazismo, estimularon la pasión y el sentimiento de pueblos enteros. Pero desde mucho antes de sus formas partidarias, se nutrió de un heterogéneo movimiento intelectual de pensadores, poetas y activistas sociales, convencidos de que el siglo XX anunciaba la era del instinto, donde lo sustancial era el “uno mismo”, la vida en sí misma, la voluntad, las fuerzas telúricas, el “genio de la raza”, la mística. Razón de la sinrazón, el fascismo omite cualquier razonamiento lógico o estructurado.

Época en que el marxismo clásico vivía su clímax, mientras la flor y nata del positivismo (de gran influencia en América Latina) valoraba el “racismo científico” con seriedad. La carnicería de la Primera Guerra Mundial y su secuela de desastres económicos y miseria dieron vuelo a las ideas irracionalistas del creer y no pensar, obrar y no reflexionar, obedecer y no discutir, síntesis del evangelio fascista.

Nada quedó en pie. Todos los valores fueron literalmente arrasados por la demagogia y el chovinismo, el culto de la violencia, el belicismo, la concepción totalitaria del Estado, la idea de progreso, la destrucción por dentro y por fuera de los movimientos progresistas. En 1919, Mussolini defendía a los trabajadores en el importante diario socialista Avanti, y el cabo Hitler iniciaba su carrera política como soplón del Ejército en el pequeño Partido Obrero Alemán. Diez años después, eran los máximos líderes democráticos de Europa. O sea: elegidos.

Nacionalismo de vencidos, el fascismo exaltaba el rol del Estado, y el nazismo los designios de la raza superior. Sin embargo, la prédica de ambos contra el capitalismo y el socialismo fue piadosamente tolerada por las democracias occidentales, y las Iglesias católica y protestantes interesadas en conjurar las“influencias judías”.

Con grados de intensidad, el fascismo prendió en Europa y el mundo. A más del Ku Klux Klan (organización racista estadunidense fundada en 1865 que llegó a tener 4 millones de adherentes), Mussolini recibió el saludo de un célebre amigo de la botella: “Si yo fuese italiano – dijo Sir Winston Churchill– estoy seguro de que lo habría apoyado de principio a fin en su victoriosa batalla contra los bestiales apetitos del leninismo”.

La revolución rusa escapó al vértigo del fascismo. No obstante, en el cuarto Congreso del Partido Comunista (1928), Stalin concluyó que la socialdemocracia era “la otra cara del fascismo”, y se sacó de la manga el término “socialfascismo”.

Un año antes, en el Congreso Antimperialista de Bruselas, frente a los planteos nacionales de los comunistas latinoamericanos, el argentino Vittorio Codovilla, miembro del buró de la III Internacional, dijo: “Que perezcan por último, estos veinte pueblecitos, con tal que se salve la revolución rusa… A un comunista no le interesa sino la campaña de la III Internacional, aunque para sostenerla se sacrifiquen quince países”. Receptivo, El Machete Ilegal (órgano del Partido Comunista de México) encabezó en junio de 1930 su primera plana con un titular desconcertante: La traición de Augusto C. Sandino. “El guerrillero nicaragüense, al aliarse al gobierno contrarrevolucionario de México, se ha convertido en instrumento del imperialismo yanqui.”

La III Internacional despreció sistemáticamente la historia y las realidades de América Latina. Y cuando el fascismo era un término desconocido, Chile ya contaba con la Liga Patriótica (1911), homóloga de la que en Argentina apoyaban los sectores ultramontanos del Ejército y la Iglesia, y reconocidos intelectuales que contribuyeron al derrocamiento del gobierno democrático de Hipólito Irigoyen (1930).

En Brasil, tras el golpe militar de Getulio Vargas (1930), apareció Acción Integralista; en Colombia, Los Leopardos (inspirados en el falangismo, versión cívico clerical del fascismo español); surgieron del Partido Conservador; Bolivia tuvo su Falange Socialista (1937), y México la Unión Nacional Sinarquista, que atacaba al gobierno de Lázaro Cárdenas, guardando posiciones ambivalentes frente a la revolución. Estas organizaciones copiaban los rituales y símbolos del fascismo. Pero ninguna fue apoyada por las masas y, con los años, se diluyeron en los partidos derechistas.

El nazismo y el fascismo fueron las ideologías derrotadas en la Segunda Guerra Mundial. Empero, entre los exégetas de la democracia “sin adjetivos” y la izquierda liberal, los términos “nazi” y “fascista”, arreglados a fines (razón instrumental), suelen ser los de más uso y abuso.

Los obispos, violencia y futurismo político
Por: Bernardo Barranco V
Esta semana, los obispos reunidos en Cuautitlán analizan la inseguridad y la violencia generalizada en el país que ha llegado a afectar las mismas estructuras religiosas con secuestros, asesinatos, amenazas, extorsiones a sacerdotes y religiosos, y hasta el saqueo de templos. Los obispos mexicanos tienen una magnífica oportunidad de hacerse eco del reclamo popular que raya en el hartazgo y el desaliento.

Estas cuestiones ya han sido abordadas por el obispado en la pasada asamblea. El jesuita Alexander Zatyrka advirtió ahí que la cultura de la violencia expresa la crisis de la cultura y de sus instituciones; así, la misión de la Iglesia católica no sólo consiste en auxiliar a las instituciones, sino en rescatar la cultura y sumar el fundamento religioso para fortalecer los medios de convivencia social.

Durante esta asamblea, recordemos, se desató un hecho insólito: el arzobispo de Durango, Héctor González Martínez, reveló el paradero de El ChapoGuzmán –uno de los jefes del narcotráfico más buscados en México y líder del cártel de Sinaloa–, el cual reside, dijo, cerca de la ciudad de Guanaceví, 300 kilómetros al noroeste de la capital de Durango. El pronunciamiento evidenció la incompetencia y complicidad de las autoridades, y la declaración se convirtió en escándalo público que duró semanas.

En esta 88 asamblea plenaria de la Conferencia del Episcopado Mexicano (CEM), los prelados tienen una circunstancia única para expresar una profunda reflexión ética y valiente en torno a la lacerante situación de violencia e inseguridad. No se trata de romper lanzas contra el gobierno, sino que los prelados hagan suya la angustia ciudadana, que sufre día a día una profunda descomposición en la convivencia social. Se espera un documento claro y directo; cualquier matiz o intento de hacer un documento políticamente correcto, sosegará lo que el ámbito religioso denomina fuerza profética.

Otra gran cuestión de la 88 asamblea es la renovación de más de 70 cargos en la CEM para el trienio 2009-2012, entre los que destaca la presidencia del organismo, encabezada actualmente por Carlos Aguiar Retes.

Analistas aseguran que el nuevo presidente será de tendencia priísta para asegurar un buen acomodo en la probable “contra alternacia” en la que el PRI regresará a Los Pinos. Aún falta mucho para ello; sin embargo, un movimiento futurista y brusco puede resultar contraproducente con el actual gobierno de Felipe Calderón. Siguiendo esta hipótesis, el episcopado tendría tiempo de colocar a un actor que fuera un puente eficaz entre Iglesia y la posible nueva cúpula gobernante. La lógica se inclina por la continuidad de Aguiar Retes no sólo por tradición –generalmente es relegido al concluir el primer trienio–, sino porque ha desarrollado una presidencia con saldo favorable. A pesar de un inicio incierto, pues se le identificó con la democracia cristiana de Manuel Espino, y de haber perdido la discusión ante la clase política en torno a la libertad religiosa y establecer una segunda generación de reformas constitucionales en materia religiosa, supo reponerse en el tema del aborto, pues logró que 16 legislaturas locales, conforme a un eficaz cabildeo con PAN, PRI y sectores de la izquierda provinciana, introdujeron fórmulas en las constituciones locales que impiden y hasta penalizan a mujeres que practican el aborto. La estrategia fue discreta y altamente eficaz, se alejó de las estridencias de Pro Vida y de los chantajes mediáticos del cardenal Norberto Rivera. Por ello creemos muy probable su relección.

La prensa ha destacado la figura de Emilio Berlié, de Mérida, y del cardenal de Monterrey, José Francisco Robles Ortega, como enlaces a la transición priísta. Efectivamente, Berlié pertenece a la generación de los Golden Boys del entonces poderoso nuncio Prigione, y sabemos de su inclinación y fascinación por el viejo sistema. Berlié es heredero de esta corriente; su relación con Ivonne Ortega es muy cercana, al grado de que rehusó comentar el penoso asunto de las camionetas obsequiadas a diputados federales. No obstante, derivado de su paso por Tijuana, pesa sobre él la nebulosa relación con el narco, cuyo epicentro fue el asesinato del cardenal Posadas en 1993, y fue su antecesor en Tijuana.

Si los obispos piensan que Peña Nieto –uno de los pocos invitados a esta asamblea– será el próximo presidente de este país, el candidato idóneo a presidir la CEM sería el cardenal José Francisco Robles Ortega, quien pasó más de 11 años en la entidad mexiquense como obispo y conoce a fondo los usos y costumbres del priísmo del estado de México. Al frente de la arquidiócesis de Monterrey se ha distinguido por su amistad fraterna con los Legionarios de Cristo y por desmantelar el trabajo de la pastoral social, comprometida con los derechos humanos, que había estructurado su antecesor, el cardenal Adolfo Suárez Rivera.

Suenan también los nombres de Rogelio Cabrera López y de Víctor Sánchez Espinoza, arzobispos de Tuxtla Gutiérrez y de Puebla, respectivamente; ambos tienen larga trayectoria en instancias de la CEM y en los ámbitos latinoamericanos a través del Celam. Uno y otro significarían la continuidad en el trabajo realizado por Aguiar. Los tres se inscriben en una tradición de obispos que conducen la CEM y que se remonta a los años 70, bajo las presidencias de Ernesto Corripio, Adolfo Suárez Rivera y Sergio Obeso. Obispos moderados que de manera discreta y sobria han conducido al conjunto del episcopado frente a los embates autoritarios que de repente se han desatado desde Roma con nuncios excesivamente intervencionistas, como Prigione y Sandri. También han sabido atemperar el desmesurado protagonismo de Onésimo Cepeda, del cardenal Rivera y su vocero, el desatado Hugo Valdemar, quien habla en nombre de toda la Iglesia. Ser presidente de la CEM es un ejercicio de contrapesos casi medievales.

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